martes, 3 de julio de 2012

El cine de Hollywood




Reconozco que he tenido abandonado esto, pero ha sido por una buena causa: estaba haciendo cine. Pero cine del de verdad, no de ese que hacen en Hollywood. Y es que los americanos no son los reyes del cine, son los reyes del tópico. Tampoco son los reyes del mambo, esos son los cubanos, pero esto no viene a cuento. ¡Maaaaaambo!

Hollywood, ese lugar que no vive del cine sino de la venta de tinte de pelo y de mantequilla de cacahuete, hace un cine… ¿hace cine?  Repasemos toda la historia del cine, o bueno no, que para eso está Scorsese y La Invención de Hugo también conocida como: Cómo llevar a la pantalla los apuntes de Historia del Cine.


¿Por qué? Esa es la pregunta con la que comienza todo este sinsentido (si no me creéis, preguntad a Mourinho). ¿Por qué todos los malditos calvos que aparecen en las películas son malos? Bueno, rectifico, si son negros, no. Pero si son blancos y calvos, son el mal en persona. Siempre. No falla. Y ante esta incesante duda yo no pude hacer otra cosa que ir directamente a un afectado. Así que pregunté a mi padre: “Oye, tú (le llamé Tú, ante la posibilidad de que fuese un malo, siempre hay que llamarles Tú), ¿por qué los calvos blancos siempre sois los malos en las películas?” La inquietante respuesta fue: “A ver si te crees que por ser calvo y blanco salgo en películas”; de lo de ser malo no dijo nada así que deduzco que sí, siempre son malos. Duda resulta. No me deis las gracias.


Otro tema, siguiendo con el mal en la gran pantalla, es el de las bombas. Parece ser que en los Estados Unidos de América siempre están explotando cosas y, si no pensáis lo mismo, es que no habéis estado allí, que a uno no le dejan ni ir a la compra tranquilo con tanta explosión, tanto tiroteo y tanta leche. Que resulta que va uno paseando tranquilamente por la calle cuando se produce un desplegué policial y empiezan a explotar coches y te tiran al suelo y te gritan: “¡John, no lo hagas!” Y tú: “Ni soy John, ni voy a hacer nada. Menos patriotismo y menos gilipollez, y dejad de montar la de Dios es Cristo, que a ver quien limpia luego esto”.

COCHES, siempre son coches. Datos recientes del Instituto Nacional de Estadística aseguran que en Estados Unidos hay más coches explotados que sin explotar. También dice otra estadística que la cantidad de sándwiches de mantequilla de cacahuete con gelatina de fresa que se comen al día en ese país supera a los coches y por supuesto, ríete tú de los bocatas de calamares de la Plaza Mayor. Yanquis, manda huevos… o, en su idioma, “send eggs”.

Vale, pero el quid de la cuestión no está en la explosión en sí misma, sino en la bomba que la ocasiona. Desactivar la bomba, la maldita bomba del demonio. Y ahora todos (listos, que sois unos listos) estáis pensando: “Já, chupado, todo el mundo sabe que hay que cortar el cable” Ya, pero, ¿qué cable? Porque no hay ninguna regla escrita que diga qué cable. En una película te dicen que el azul, en otra que el rojo. Y lo mejor es que el tío que ha fabricado la bomba se dedicó a buscar cables de colorines por dos razones, no sé cuál es la correcta: o bien para facilitar su desactivación al enemigo enemiguísimo o bien porque tenía que expresar su lado más creativo en la fabricación, por aquello de sentirse realizado y tal.
Y esto no es todo, lo mejor es, ¿por qué en muchas ocasiones el tío que desactiva la bomba lleva guantes de látex? Ajajá, jajá, jajám porque… el látex protege de la explosión tanto como las sábanas de las puñaladas de los atracadores nocturnos, ¿verdad?


Pero el tópico más intrigante para la gente de a pie es, sin lugar a dudas, el del padre que nunca va a ver a su hijo al partido de baseball. Pero para este tengo respuesta, queridos cinéfilos. ¿Quién demonios es capaz de tragarse un maldito partido de baseball? La pelota es enana, un padre de cierta edad y cierta vista cansada eso no lo ve. ¡Que no se ve, no-se-ve! Y para ver tíos corriendo en un terreno con forma de diamante, como locos, mientras otro mira al cielo y se mueve como los dibujos animados cuando intentan evitar que les caiga un yunque en la cabeza. Y con esas mayas tan ajustadas… que son peores que las de los ciclistas porque son hasta el tobillo, que no pueden llevar calzoncillos debajo porque es imposible que les quepan y si son de los que usan pololos, están todavía más jodidos. Esto es infumable así que, uno de esos estudios de estadística que tanto me gustan, aconseja a las nuevas generaciones de estadounidenses que no se apunten a ningún equipo de baseball ni se pongan a dar recitales en su defecto porque tampoco son plato de gusto para nadie, por muy padre suyo que sea.

Por último voy a hacer un pequeño llamamiento a Hollywood para que dejen de discriminar a la humanidad en lo que a aterrizaje de extraterrestres se refiere. Ni área 51, ni extraterrestres disfrazados de gitana, ni avistamiento de OVNIS, ni su padre en bragas. ¿Creéis, en serio, que si los extraterrestres vienen a este planeta, van a aterrizar en Estados Unidos? ¿Para qué? ¿Para ir a ver a vuestros hijos jugar al baseball?
No, en serio, si los extraterrestres han estado alguna vez, en algún momento, en algún lugar y, lo que es más, se han reproducido con alguna población indígena, ese sitio ha sido España. O es que la cara de María Teresa Fernández de la Vega no os dice nada.


Por último haré spam una vez más de mi corto, que tiene novecientas tantas visitas y me vendría bastante bien que llegase a las mil. Aquí os lo dejo, majos, más que majos.


jueves, 10 de mayo de 2012

El transporte público



El otro día me armé de valor y, sobre todo, de dinero y me encaminé a la estación de metro más cercana a comprar el abono del mes de Mayo. Con decisión y sin que me temblase el pulso, pero con los huevos de corbata, metí la tarjetita en la máquina del metro que iba a sentenciarme a muerte. Cerré los ojos esperando eso que decía todo el mundo de la puñalada que te daban al comprarlo, pero no noté nada. Así que, abrí los ojos de nuevo. Lo único que recuerdo es ver el precio en la pantalla, a partir de ahí no soy capaz de acordarme de más, sólo sé que comprendí todo de repente y de sopetón.

Cuando recobré el sentido, ni corta ni perezosa (bueno corta un poco, pero mi metro sesenta y cinco de altura no me permite más) regresé a mi humilde morada con un kilo de caviar en las manos y sin el abono, resulta que el caviar me salía más barato.


Pero bueno, más allá de los precios, el transporte público es un lugar hermoso, muy hermoso, pero sobre todo es humano, tanto que hasta se puede respirar en el ambiente (a veces demasiado), y aún más si vas en metro.

No, en serio, es hermoso. ¿Quién no se ha enamorado alguna vez en el transporte público? Los autobuses crean un ambiente mágico que aumenta el sex-appeal de las personas, a ver si os creéis que yo viajo en autobús por amor al arte. El caso es que yo, como mínimo, me enamoro dos veces por semana mientras voy en autobús. 

Pero, a pesar de que todo este asunto esté cargado de belleza, resulta un tema escabroso y difícil el de practicar el noble y honorable arte del flirteo dentro de un autobús porque, lo primero que uno hace, es establecer contacto visual y, una vez que el susodicho te ha mirado raro un par de veces y le has dejado suficientemente claro que eres mentalmente inestable, entonces es cuando tú reflexionas y determinas que lo que ocurre es que no se ha dado por aludido.

Y, entonces, haces algo que el ser humano nunca, nunca jamás dejará de hacer ni comprenderá el impacto que provoca: te enderezas bien en el asiento (por si resulta que es que no te ha visto) y preparas y, por supuesto, llevas a acabo esa mirada seductora que todo el mundo practica en el espejo del ascensor, incluido ese gesto tan raro que se hace con la boca, que no sé en qué momento se nos puede pasar por la cabeza que eso resulte sexi o medianamente atractivo, expresión tan incómoda (para ambas partes) como ridícula. Lo que no sabemos es que ni es tan seductora ni el movimiento del autobús contribuye a que lo sea, meneándote las facciones de forma tan gelatinosa.

Por si queda alguna duda, os la ilustro con un ejemplo de esos que tanto me gustan; es tan sencillo como que tú te ves como el De Niro más seductor mientras que el resto de humanos te ven como un híbrido entre Woody Allen y Danny De Vito.


A mí el transporte público me gusta, qué queréis que os diga, me gusta mucho, de verdad, sobre todo porque me ha dado tema para largar durante un buen rato en este blog del demonio (Don’t panic! Lo de demonio no es porque sea malo, es porque es mío y demonio es mi identidad no tan oculta). Pero por encima de todos los transportes públicos del mundo, el que más me gusta es el autobús: es subirme a él y ¡hay que ver! todo va sobre ruedas.

martes, 10 de abril de 2012

La situación actual española



Lo de este blog se me estaba empezando a ir de las manos así que he decidido ser una persona normal por una vez en la vida y escribir sobre algo serio: la situación actual española.

Y es que España se está yendo a pique, al garete, hundiéndose. Todo empezó una calurosa tarde de verano… (os creéis que es coña, pero es verdad) cuando un señor, miento eran muchos señores, decidieron todos a la vez hacer lo mismo: se reunieron en un lugar de la Mancha… (en realidad fue en Marbella) agarraron un bidón de Neutrex Futura y dijeron: ale, a la faena, blanqueemos todos estos fajos de billetes.


Yo digo, y lo digo totalmente en serio, que si todos los chinos del planeta tierra saltasen a la vez para mover la tierra, el resultado sería la mitad de catastrófico de lo que han liado esta panda de chanchulleros. Y cuando digo todos los chinos me refiero a todos, todos: los de China, los de España, los que tienen chinos (y me refiero tanto a parir niños como a poner una tienda en el barrio), los que tienen restaurantes, los que comen perro, los que sólo arroz y están híper estreñidos (porque señores chinos, el arroz estriñe, varíen su dieta) los que te venden cerveza cuando vuelves a las 7 de la mañana a casa… y tú te preguntas por qué razón de la existencia vas a seguir queriendo tú una cerveza a esas horas. Vamos a ver, hijos de Dios (o de Buda o del Señor de los Anillos chino) adáptense a las circunstancias, camaleonízense: a partir de las 6 de la mañana, cuando las cervezas ya van calentorras, ¡saquen el chocolate con churros! No me harán caso, pero se iban a forrar y las resacas españolas dolerían menos porque ya sabéis lo que dicen: las penas con churros, son menos penas.


Bueno, si yo de lo que hablaba era de España, no de China. Pues eso, yo había oído a la gente que “sabe” que en España faltaba dinero. Y yo venga a preguntarme dónde estaría ese dinero. Me lo imaginaba todo así como muy elaborado, con mapa del tesoro de esos en los que hay una enorme cruz roja que marca dónde está el tesoro y que algún graciosillo se había dedicado a esconderlo y que todo esto era una gran cámara oculta, en plan El Show de Truman. Y no me mintáis porque sé que todos pensasteis como yo durante los dos primeros años de la crisis. Después, se nos esfumó la ilusión porque la bromita duraba demasiado y el dinero no aparecía, pero sobre todo se esfumó cuando nos dimos cuenta de que el dinero no estaba escondido, sino que lo tenía la panda ese de chanchulleros y que encima, sin ningún respeto a la moda, se lo estaban gastando en regalar trajes terriblemente feos y en hacer anuncios de Loewe (eso tiene que haberlo hecho alguien malvado, no tiene otra explicación)


Y con eso de hablar de chanchulleros me da por pensar en Urdangarín. Porque esa es otra de las que tenemos montadas en España. Vimos que la familia real inglesa se tomaba un descanso como familia real entretenida y llegó la nuestra y se decidió a ocupar el primer puesto. Pero tanto el humor y la capacidad para el buen show, como Gibraltar, se lo quedaron los ingleses y los intentos de la familia real española pueden quedar resumidos en una sucesión de acontecimientos tan cutres como cualquier intento de remake a la española. Sería algo así como: “pog qué no te caiiiiiiaaaas”, la reina atiza al rey y aparece en público con un ojo a la virulé, Urdangarín nos roba como si le faltase dinero y esperen, esperen, esperen, el mejor y más reciente de todos: Froilán se dispara un pie. ¿Alguien me puede explicar qué hacía Froilán disparándose un pie? ¿Clases exprés de claqué? Y, si de verdad fue un accidente ¿por qué 3 tiros y no uno? Yo me le imagino: “¿Que no salto lo suficiente? ¿Me dices que no salto lo suficiente? Si los chinos pueden mover la tierra de un salto yo también. Si soy como ellos, todos tenemos nombres impronunciables. Venga conmigo, Duquesa de Alba, saaaaalte, saaaaaalte”

lunes, 12 de marzo de 2012

Las Vacaciones




Quedan dos semanas escasas para la Semana Santa, vacaciones, qué placer... se me hace el culo "pesi-cola" sólo de pensarlo. Las vacaciones son esos días en los que todo español que se precie se rasca los bolindres a dos manos y le pagan por ello. Vamos lo mismo que el resto del año, pero de manera oficial.


He dicho que se rascan los bolindres a dos manos pero eso no es del todo cierto, es más bien a una porque en la otra tienen la cerveza y/o el mando de la televisión. No sé qué ocurre en vacaciones que el resto del año las películas de la hora de la siesta de Antena 3 son una mierda, pero en vacaciones con tal de no pegar palo al agua somos capaces de ver, ojo al dato, EL PELICULÓN. Toma, Jeroma! El peliculón, dice. Por favor, que alguien denuncie ya a Antena 3 por publicidad engañosa.


Pero el canal que más atractivo se vuelven en vacaciones,sobre todo en verano, es la 2. Que, ¿por qué? os preguntaréis. El ciclismo. El ciclismo. Como lo leen, dos veces y todas las que necesite escribirlo. Lo del ciclismo es un deporte que jamás he comprendido por qué lo ve la gente. Recientemente he empezado a darme cuenta de que usa la misma fórmula que emplea Telecinco en su programación: sustancias ilegales + tíos en mayas + tetas con tías (no me he equivocado al escribir el orden de las palabras).


Para un español las vacaciones son sagradas, a cualquier cosa renunciaríamos por ellas. De hecho, en España convivieron allá en tiempos de Matusalén, judíos (y judías pero no de las de comer), moros (y moras, pero tampoco de las de comer) y cristianos. Y nosotros nos quedamos con los cristianos. Y la pregunta que incesante golpea vuestro cerebro es: ¿por qué? Si los cristianos son los únicos de los que el femenino no tiene chiste. Pues porque renunciamos al dinero de los judíos y a la inteligencia y apaño de los moros porque trabajaban demasiado. El cristianismo es una religión que para todo hace fiestas: que nace un pimpollo en un pesebre, ponme una copa que lo celebramos. Que la palma, ponme otra anda que se me pase el disgusto. ¡Y la mejor de todas! Que quedan 40 días, ¡40 malditos días con sus noches, sus tardes y sus todos! para que el colega la palme... pues nada vamos a montarnos una fiesta. Si es que este Jesucristo se lo sabía montar bien. Supo que se le iban a cargar y el tío no se fue a ver mundo, ni a decirle a sus seres queridos lo que les quería, ni a apañar la herencia; no, no, el se montó la fiesta padre (Dios, en su caso) con sus amigotes.


Todo esto viene a cuento de la indignación que me han hecho padecer a lo largo de todo el día cierta gente de cierto país: Suiza. Vamos a ver, dejémonos de tonterías... normal que nadie les quiera en la Unión Europea. ¿Qué es eso de que han rechazado un referéndum para tener dos semanas más de vacaciones? Vale, que sí, que van de chocolate hasta el culo y el resto les da igual, pero de ahí a rechazar no hacer nada...

Ya que son tan civilizados y tan molones, y ya puestos a hacer gilipolleces, yo por ellos y por el chocolate Lindt, hago el esfuerzo y me quedo con esas dos semanas que tanto les sobran. A mi me hacen falta que se me están acumulando las vueltas ciclistas de los últimos dos veranos.

viernes, 24 de febrero de 2012

El Jet Lag


Hay un fenómeno muy extraño que ocurre cuando uno viaja a través de diversas franjas horarias. Lo llaman jet lag cuando lo que en realidad quieren decir es “porculismo”. Yo llegué a Madrid de los Estados Unidos de América (porque aunque no haya dicho nada, he vuelto, pero he callado para darle un poco de suspense a vuestra existencia) y no sabía dónde estaba ni a cuántas andaba, luego me dijeron que andaba a dos, a dos patas, y todo empezó a ser un poco más sencillo.


Mi jet-lag llegó lejos, muy lejos, concretamente a España, conmigo, y cuando llegué a mi casa y me dispuse a vaciar la maleta y a colocar la ropa, en concreto mis calcetines, no conseguí recordar dónde tenía que guardarlos así que recurrí a una de las acciones más temerarias, imprudentes e insensatas a las que un ser humano corriente, de a pie, campechano como el rey de España (pero con menos dinero y con menos corrupción y “chanchullismo”) puede recurrir: cogí aire hasta que mi cara quedó rozando el color del vino tinto y grité desde lo más profundo de mi ser, desde algo así como los intestinos o el diafragma:

-¡Mamáááááááááááááááá! ¡Mis calcetines y el sitio en el que los guardaba han desaparecido!

Y me respondió con algo inesperado, impactante, algo que jamás me hubiese imaginado:

-¡A que voy yo y lo encuentro!

Y ni fue, ni lo encontró porque me lo dijo por teléfono y no estaba en casa. ¡Zás! María 1- Señora Madre 0

Visto que no iba a conseguir averiguar dónde guardar los malditos calcetines decidí comportarme como un ser humano estándar y dejar las maletas en el suelo de la habitación durante al menos una semana porque si, como ya dije, hacer las maletas es duro, deshacerlas se escapa de las posibilidades del hombre.


Pero el jet lag no ha sido lo peor de mi retorno, lo peor ha sido llegar al aeropuerto y ver que no me recibían como se merece cualquier Retorno de cualquier Jedi. Yo me esperaba a mi madre, a mi padre y, en todo caso, a mi hermano para darme la bienvenida y recibirme con los brazos abiertos, por temas prácticos más que nada porque con los brazos cerrados es muy difícil abrazar.

Pero llego y lo que en realidad me encontré fue a la Filarmónica de Viena en Madrid (toda una contradicción, lo sé) dándome en persona el concierto de Año Nuevo que esta vez no pude ver como devotamente hago cada año en la 2 de TVE, canal del que soy la más fiel, mejor y, ciertamente, única espectadora.

Además de la filarmónica había enanos con pancartas, globos de colores y cuando mi madre y yo nos vimos, corrimos a lo largo de la Terminal 4 de Barajas, forzando la cámara lenta pero avanzando incansables por el largo pasillo hasta que nos dimos cuenta de que estábamos corriendo hacia lados opuestos y que a quien abrazábamos era, en realidad, a un par de guardias civiles que, como nosotras, corrían a abrazarse y que cometieron nuestro mismo error. Menos mal que llevaban bigote y raspaban sino, podríamos habernos tirado así abrazaditos los cuatro, dos y dos, ellos cepillándonos el traje con el bigote, nosotras preguntándonos sobre la otra por qué razón de la existencia nos habíamos dejado crecer el bigote, así durante toda la mañana, provocando la catástrofe de perderme Amar en Tiempos Revueltos.

Para bien o para mal, para vuestro goce o vuestra desgracia, he vuelto a la madre patria y el Sótano de Eric Forman se ha venido conmigo. Welcome back, María (me lo digo a mi misma porque los enanos con pancartas no estuvieron especialmente expresivos, ellos también querían abrazar a un guardia civil)

sábado, 4 de febrero de 2012

El drama de hacer las maletas


Mi experiencia californiana está llegando a su fin y, como todos los fines, conlleva un drama consigo: el drama de hacer las maletas. Maldito momento, a las maletas las carga el demonio.

Y es que, cuando uno hace la maleta, lo primero y más importante es ser consciente del tiempo que va a hacer en tu lugar de destino. Vas al ordenador, miras la temperatura media de la zona, los máximos, los mínimos, la humedad relativa del ambiente, la hora de salida y puesta del sol, las rachas de viento, su velocidad y la dirección en la que sopla, te asomas a la ventana para calcular a ojillo cómo serán los -15 grados de tu destino si en la calle hay unos 10. Entonces es cuando vas al armario y con todos los datos meteorológicos que has asimilado y sintiéndote Antonio Brasero dando el tiempo en las noticias, con todos los vientos calculados, las temperaturas, las marejadillas, las marejadas y la madre que las parió a todas ellas, decides meter en la maleta el jersey de cuello alto, la bufanda, el abrigo, los guantes… y el bañador, las chanclas, la camiseta de tirantes y la crema solar, sólo “por si acaso”. Que tú te vas de viaje a la estepa rusa, pero las aletas de bucear las metes en la maleta “por si acaso”. Esto nos pasa porque somos indecisos por naturaleza, no hay más. No quiero ni imaginarme a Remedios Cervantes cada vez que hace una maleta.


El ser humano es así, no sabe hacer la maleta, no sabe, es una actividad para la que no hemos sido programados por mucho que nos duela. Porque el drama no acaba ahí: una vez que has metido todos los “por si acasos” en la maleta, intenta cerrarla, ánimo. Cerrar, no cierra, pero entonces la mente humana procesa y hace uno de los gestos más favorecedores e inteligentes que hemos desarrollado a lo largo de la existencia: te sientas encima de la maleta; y empiezas a hacer posturas que no tienen nada que envidiar al yoga para aplastar toda la parafernalia que llevas dentro y a la vez alcanzar la cremallera y cerrarla. Empiezas a rotar sobre tu propio eje, con el culo en la maleta y cuando la cremallera está al otro lado, bien cerradita, tú también estás de otro lado y has acabado barriga con barriga con tu maleta.


Otro asunto que me preocupa en cuanto al tema del equipaje es que cuanto más espacio tenemos, más difícil nos resulta meterlo todo. Porque en los años 70 se metía sin ningún tipo de problemas una familia de ocho miembros en un Seiscientos, con su equipaje, el perro, la jaula del canario, la cesta de picnic, el cardado de la hija y la neverita de playa. Y ala, a recorrer kilómetros.

Ahora, está de moda eso de comprarse un monovolumen con maletero amplio, un coche familiar que lo llaman. Pues intenta tú meter a una familia de 4 personas con su respectivo equipaje en un coche de 7 plazas. ¡No hay manera! Es un hecho científico, es imposible. Las dos semanas de antes del viaje tienes que pasártelas practicando con el Tetris en la Game Boy para poder desenvolverte medianamente bien y no hacer el ridículo más estrepitoso ante el maletero de tu coche.

Y luego cuando llegas al destino y vas a abrir el maletero te encuentras con que si lo abres, se cae todo, en plan avalancha. Lo cierto es que en mi familia eso no era un problema. Mi padre ideó una solución fácil, sencilla, para toda la familia, o mejor dicho para un miembro de la familia: YO. La frase era: “María, tú que abultas poco, métete ahí, debajo del maletero, y cuando yo abra, tú agarras las cosas para que no se caigan”. Con los dientes lo agarraba. ¡La de hamacas de playa, sombrillas y orinales de viaje que han estado a punto de acabar con mi vida!

Mi experiencia aquí finiquita, mañana retorno a la madre patria, dicen que me harán una película en España para mi llegada que se llamará “El retorno de la Jedi”. Yo les he dicho que el título les va a dar problemas, que por Estados Unidos ya se ha hecho algo así, pero ya se sabe como son en el Ministerio de Cultura, lo que se les mete entre ceja y ceja… Yo les dejo hacer, si luego va el FBI (del que ya os he hablado en entradas anteriores) a visitarles, no va a ser problema mío, yo cumplo la legalidad exceptuando la droga que voy a llevar a España camuflada dentro de estatuillas de óscar que llevo de souvenir para Melendi (la droga la sacaré antes de dárselo, no le tengo tanto aprecio)

Pero aunque esto acabe, el blog es 24 horas, así que aquí seguiré. El nombre seguirá siendo el mismo, la experiencia lo ha valido.

martes, 31 de enero de 2012

Malditos souvenirs



A seis días de volver a España yo me lo estaba tomando con calma, haciendo las cosas despacio. Pero de repente, mi madre me empezó a atosigar (como madre hay que decir que cumple su trabajo a rajatabla y sin que le tiemble el pulso, qué crack) diciéndome que comprase recuerdos para la gente.

Yo, con total sinceridad, voy a decirlo: odio los souvenirs. Sí, los odio, no hay otro verbo que lo defina mejor. Los odio y más si son de Estados Unidos porque, ¿qué queréis?, yo creo que nadie hace souvenirs como un español con sus toritos, sus sevillanas, sus mandiles de traje de faralá y los imanes con forma de paellera.


Pero, como no tenía más remedio, me lancé a la búsqueda del souvenir perfecto. Eso es imposible y más aquí que les da por venderte el maldito llavero con la estrella del paseo de la fama con tu nombre. Que, ojo, es un detallazo porque está muy bien pensado el invento, todo hay que decirlo. A ver, vamos a plantearlo de esta manera para que comprendáis la infinita utilidad de este souvenir bajado de los cielos: ¿qué hace una persona cuando le preguntan su nombre y no lo recuerda?
Por dios, el hombre que inventó estos llaveros debe estar encendiéndose puros con billetes de 500.

Pero no se acaba aquí mi reflexión sobre los llaveros con nombre. Los americanos son así, se creen el ombligo del mundo y ¡ponte tú a buscar tu nombre! Buena suerte. Sí, porque claro se creen que España está lleno de Ashleys, Jordans, Mackenzies, Brittneys y Jonathans. Ah, no, espera, lo de Jonathan… sí, puede que hayan focalizado sus ventas en clientes de la zona de Fuenla.


Otro souvenir típico de la zona hollywoodiense es, como no podía ser de otra manera, el Óscar en miniatura con su plaquita y todo. Tienes Óscars para lo que quieras y puedas imaginar: “óscar al mejor novio”, “óscar al mejor padre”, “óscar al mejor sexador de pollos” (este es el de Luis Aragonés), “óscar al mejor cuñado” (este dicen que se lo ha regalado el príncipe a Urdangarín) y, el mejor que he visto: “óscar al mejor músico”; lo siento, amigo, no quiero desilusionarte pero tú lo que estás buscando es un Grammy y si se lo quieres regalar yo que sé, a Melendi, mejor llévale el óscar al mejor… al mejor… mejor llévale un llaverito no vaya a ser que del colocón que lleva se lo olvide su nombre. Ahora que, ¡a ver quién es el guapo que encuentra un llavero que ponga “Melendi”!

Otro tema del óscar es, ¿qué haces tú con eso? Porque lo piensas y dices: “ya está, encima de la tele, entre el toro y la bailaora de sevillanas, va a quedar que ni pintado y además me hace juego con la tapicería del sofá”, y luego te das cuenta de que ahora las teles son de plasma. Se jodió el invento.


Así que, aquí sigo, dándome vueltas por Hollywood Boulevard, paseándome entre óscars, claquetas y rollos de película, esquivando llaveros y sudaderas de la Universidad de California y sin encontrar el souvenir perfecto, buscando incansable el recuerdo que me solucione la existencia, esa camiseta que nunca falla y que pone: “mi amigo que me quiere mucho, me ha traído esta camiseta de Roquetas del Mar (ummm croquetas…), digo de Hollywood”. Y si no aparece, lo siento mamá, pero llevo llaveros de Ashley a todos y vamos al registro a cambiarnos los nombres, que seguro que es más fácil.

jueves, 26 de enero de 2012

Los mitos americanos



Ahora que estoy en los Estados Unidos de América, puedo hablar desde el conocimiento. Vamos, que si fuese periodista sería de eso que llaman “experto” en el tema, aunque no tengas ni idea del tema y de experto tengas aún menos.

Pues bien, en Estados Unidos existe una cierta institución que quizás os suene de algo, así ligeramente. Puede que os suene de las camisetas estas que llevan unos años tan de moda en la que pone: FBI. Y debajo aclaran el significado de las siglas: “Folla- Bollos Incansable”, “Fofo Bobo e Idiota”, “Federación de Baloncesto Internacional”, “Fabada Bada I más fabada”. Yo qué sé.

Otra posibilidad es que os suene, aunque esto ya es menos probable, de que los señores de la ya nombrada institución acaban de cerrar Megaupload. ¿Qué? ¿Ahora ya no es tan molón llevar la camisetita del FBI, eh? Por mucho mensajito ingenioso que lleve debajo.

Pero claro, antes, tener una camiseta de esas era lo más de lo más porque en nuestras ingenuas cabecitas la imagen que los estadounidenses habían dibujado de agente del FBI era la de un tipo cachas (interpretado algo así como Matt Damon), con traje de marca, corbata bien anudada por muchos tiroteos en los que se metiese y gafas de sol a lo Caiga Quien Caiga.

Ahora no, ahora el señor del FBI (ha perdido rango, ya no es agente del FBI, ahora es sólo señor) tiene más pinta de John Malkovich que de Matt Damon y tiene el carácter de Angela Merkel y, muy posiblemente, también sus andares.


Los estadounidenses son así, se pasan años creando mitos e implantándolos en nuestros cerebros para, de repente, quitarnos de golpe y porrazo toda la ilusión y esperanza en la humanidad.

Es que, ¡hay que ver! Todo lo llevan al extremo. Los niños estadounidenses, me imagino, tienen que sufrir un señor trauma el día que se enteran de que Mickey, Pluto, Bugs Bunny, etc. son de mentira. Pues muy bien, a un niño español eso no le pasa. Que, ¿por qué? Pues porque es sistema de ilusiones en nuestro país está organizado que es un primor. Por ejemplo, los niños madrileños crecen viendo a Mickeys Mouses sin cabeza en la Puerta del Sol, o a Bobs Esponjas que más que esponjas son estropajos, o a Spidermen gordos bailando su propia versión de la danza del vientre.

Así, sí, señores, así sí. Así se va mejor por la vida. Deberían tomar un poco de ejemplo los estadounidenses porque, ¿qué va a ser lo próximo que van a desmitificarnos? ¿Qué dolorosa verdad van a mostrarnos después del fiasco del FBI? ¿Que los sheriff de estrella en pecho, gafas de espejo, sombrerito y rama de trigo en la boca son en realidad guardias civiles que se niegan a quitarse el disfraz del último carnaval y que debajo del sombrero no hay otra cosa que un tricornio? Imagínense el disgusto. Mejor no les doy ideas.

sábado, 14 de enero de 2012

Ser guiri




Pantalón caqui por las rodillas, polo desabrochado, sombreritos para el sol, cámara de fotos colgada del cuello y sandalias. ¡Uy! Perdón, sandalias con calcetines. Ahora mismo, todos estamos dibujando en nuestra mente al típico turista.

Yo, que he vivido en Madrid durante toda mi vida, he visto millones de estos curiosos especímenes día tras día y, como experta que podría considerárseme en el tema debido a dicha hazaña, sé con toda certeza lo que piensa un nativo de la zona cuando divisa un turista: “¡Vaya pintas el guiri ese!” El guiri… Y lo mismo nos da que sea yankee, gabacho, inglés, alemán o de Liechtenstein que para nosotros todos son lo mismo: guiris.


Pero, ¿qué es lo que ocurre cuando es un español el que va al extranjero? Pues muy sencillo: al español lo mismo le da ir a la vecina Andorra, que a Gibraltar, que a la Conchinchina que jamás será guiri.

Me explico: te levantas una mañana de la cama y por no sé qué fuerza de la naturaleza tu cerebro piensa:”oye, pues podríamos ir a ver París”. Así que, ni corto ni perezoso, coges, empaquetas a tu familia y sacas unos billetes de avión para tus maletas y partes hacia la Galia.

Y te encuentras tú paseando en la tierra de personalidades del tamaño de Sarkozi, por los campos Elíseos, sintiéndote vencedor del Tour de Francia, imaginándote cómo quedarían tus lozanas carnes embutidas dentro del “maillot amarillo”, cubierto de aplausos y con dos francesas de pelo en pierna dándote un par de besos (o tres si se tercia) y un ramo de flores mientras tú piensas: “joder, soy todo un campeón, pero ahora en el botecito que mee otro o la liamos”

Y de repente, sin venir a cuento, un francés te saca de tus ensoñaciones porque resulta que dice, el hijo de la gran marsellesa, que le has robado la bicicleta. Te das cuenta de que sí, que vale, que tiene razón, que te has dejado llevar por la emoción y le has quitado la bici para hacer más reales tus sueños. Y, nada, decides adaptarte camaleónicamente al lugar y hacerte el europeo: le devuelves la bici y en tu más que perfecto y fluido francés le pides disculpas: “Desolé, desolé. Lo sienté, je suis muy arrepentidé” (todo esto gritando, que como no habláis el mismo idioma seguro que si le hablas a voces entiende mejor). Le besas los anillos, un par de reverencias y te vuelves hacia tu familia y, perdiendo toda la europeidad de la que acabas de hacer gala, lo dices, dices la frase: “malditos guiris de los cojones”. Porque da igual que el que esté en el extranjero seas tú, los guiris siempre van a ser ellos.

martes, 10 de enero de 2012

Cosas que odio en la manera de hablar de los americanos



-Que pronuncien el determinante “A” diciendo “ei”.
-Esa manera de dar órdenes diciendo: What you really want is… (“lo que quieres en realidad es…”) Sabré yo lo que quiero y no tú, imbécil.
-Que de cada 10 palabras que pronuncien, mínimo 3 sean “Yeah”.
-Que todo, absolutamente todo les parezca “Awesome”.
-O, si no les parece awesome, sin duda será porque les parece “Awkward”.
-Que hablen como si tuviesen todo el día la patata (y la hamburguesa, y el perrito, y el taco, y el burrito, y el brownie, y el donut, y toda la mierda que comen) en la boca.

Y sin duda, he oído cada perlita salir de la boca de estos americanos que se merecen, como mínimo, que les corten las puñeteras cuerdas vocales:
-Quiero hacerlo de la forma correcta, es decir a la manera americana.
-Ya, si es que son españoles (como explicación a cualquier error que cometamos)
-En la película El Padrino no querían usar italianos, sólo querían gente blanca.

Me toca los mismos que gente tan inculta como la de este país sean la potencia mundial. Ahora ya me explico por qué han conseguido llevar al mundo entero a una crisis como la que tenemos.

domingo, 8 de enero de 2012

Frases memorables californianas




Marcos: Preparado para chupar

María: Este verano hice helado de Golden Drahams. Está cojonudo.
Marcos: ¿Y cómo pegaste los Golden Grahams? ¿Con leche? Porque un helado tiene que ser consistente.

Edu (cantando): We are all in this together (high schools musical)
María: La madre que le…
Edu: Me la sé por Modern Family

María: Su nombre en inglés es April
Marcos: ¿April? ¿Cómo primavera en inglés?

Marcos: Petardas es muy antigua, la recuerdo de cuando era pequeño. Petardas… a mí con nueve años no me hacía nada.

María: El drama de ordenar la nevera en Nochebuena.

Edu: ¡Soy un loro!

Edu: Marcos, no me hagas reír mientras bebo zumo que ahora tengo que limpiar el portátil

Edu: Me he empezado a reír y se me han escapado los pedos

Marcos (gritando al lado de la camarera): Mira, se llama Daisy, como la pata

Marcos: ¿Qué hora es?'
Edu: La hora de empezar a desnudarse